Mi top 5 mejores postres españoles

1. El arroz con leche

Es uno de los clásicos por excelencia. Aunque no es un postre exclusivo de la gastronomía española, ya que a través de la colonización española se exportó a otros países de América del Sur, sí que es uno de los postres cremosos más típicos de España. Se elabora cociendo lentamente arroz en leche con azúcar. Se puede servir frío o caliente y normalmente va acompañado de canela, virutas de vainilla o limón.

2. La crema catalana

Es uno de los postres más típicos y tradicionales de la gastronomía catalana. Esta crema se elabora con yema de huevo, azúcar, harina de trigo o de maíz y leche aromatizada con canela y piel de limón. La característica más típica de la crema catalana es la capa de azúcar caramelizado que la cubre, que aporta un contraste crujiente, y que se consigue quemando la parte superior con una pala de hierro o un soplete.

3. El brazo de gitano

Aunque existen varias versiones sobre su origen, lo cierto es que se trata de un postre de larga historia, tradicional de la repostería de Huesca, pero con mucha presencia en otras ciudades como Barcelona o Madrid. Se trata de un pastel relleno, elaborado con masa genovesa, que se enrolla en forma de cilindro y puede decorarse con diferentes coberturas.

4. La tarta de Santiago

Es un postre tradicional de la cocina gallega, pero que ya lleva años preparándose en bares y restaurantes del resto de España. Se prepara con almendras molidas, mezcladas con huevo y azúcar a partes iguales. Un detalle imprescindible de esta tarta es su decoración. El último paso de su elaboración es espolvorear con azúcar toda la superficie, tapando la zona principal con una plantilla de la Cruz de la Orden de Santiago.

5. Torrijas

Se trata de rebanadas de pan no muy fresco, bien empapadas en leche o vino, fritas a fuego alto en grandes cantidades de mantequilla, con sabor a miel, azúcar y canela. Torrijas llevadas a comer durante el período de ayuno, así como durante la semana santa. En España, este tratamiento apareció en el siglo XV y se asentó en gran medida en la cocina local, convirtiéndose en uno de los postres favoritos para el desayuno, el té de la tarde o simplemente una compañía con una taza de café.